“A los 20 años empecé a estudiar economía porque pensé que no iba a poder vivir del cine. Y a los pocos meses me di cuenta que no podía, que era una locura, que iba a arruinar mi vida si seguía”. Estas dudas tuvo Pablo César hasta que su madre le aconsejó que dejara la carrera de economía si no le gustaba. Y así fue.
Filmación en Benín, África. |
Hoy este cineasta argentino nacido en 1962 lleva filmados 20 cortometrajes y 8 largometrajes. Comenzó a los 13 después de que su hermano mayor José María, quien murió cuatro años después en un accidente, le regalara una cámara y le enseñara las primeras técnicas para filmar.
Autodidacta, ahora es docente de la Universidad del Cine de Buenos Aires especializado en las cátedras de “Dirección”, “Producción” y “Seminario El Cine de Autor”. Transmite allí la sabiduría que le ha dado la experiencia de sus realizaciones a través del empeño, la dedicación y el trabajo. Directores como Pablo Trapero que ganaron premios en Europa y otros países fueron alumnos suyos.
Cuando tenía 18 estaba la dictadura militar y por eso no tuvo posibilidades de estudiar cine ya que las escuelas importantes que había estaban cerradas, lo que si existían eran cine-clubes de cortometrajistas como el UNCIPAR, lugar que ofrecía proyecciones todos los sábados y que todavía existe. Allí llevó sus primeros cortos en donde lo menos que le decían era que tenía que dejar de filmar, que era un desastre lo que hacía. Sin embargo, César continuó por ese camino a prueba y error.
Con el retorno de la democracia el Instituto de Cine comenzó a dar subsidios y así obtuvo un crédito para hacer su primer largometraje titulado “La sagrada familia” (1988). Le siguieron “Equinoccio (el jardín de las rosas)” (1991), “Sangre” (2003) y “Hunabkú” (2007), entre otros.
Obtuvo premios internacionales y fue pionero en desarrollar coproducciones con Túnez, India y Malí. Fue jurado en varios festivales como el de Montreal (Canadá, Festival de Cine Joven), el de Kelibia (Túnez) y el de Hyderabad (India). Al igual que en Villa Carlos Paz y Buenos Aires.
Antiguas civilizaciones africanas sobre las cuales investigó le sirvieron de inspiración en sus producciones para reflejar el choque de culturas que perdura hasta nuestros días. Temática que predomina en sus películas.
Para “Orillas”, su último trabajo, varios de los actores eran chicos de barrio, algunos provenientes de una villa en la isla Maciel en donde se rodó parte del film. Atento a las necesidades, con su equipo les brindó un gimnasio, un profesor de entrenamiento y un plan de alimentación para alejarlos de todo lo que fueran cosas nocivas o dañinas para su salud.
Valora el rigor en el trabajo, la organización y el respeto por los demás. Se define como exigente a la hora de dirigir pero eso sí, a través del diálogo, interesado en que la gente con la que trabaja “esté feliz”.
Apasionado en su labor, parece no ser supersticioso ya que comparte su vida con su gato negro Mercurio. Prolijo, amable y amante de la naturaleza, su manera de vestir también habla de él: usa coloridas remeras con motivos varios. Como si representara la fusión de varias culturas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario